Mi primer maillot fue negro, por aquello de que todas fuéramos igual. Creo que para ir igual no necesariamente tenemos que ir de color negro, pero era el color con el que nos obligaban a ir.
Así que como Olympia, me calcé unas punteras negras y unos calentadores negros (con un toque dorado) para ir conjuntada. Después, ese mismo mallot pasó a ser otro gracias a los brochazos de mi madre llenos de colores. Así que mi siguiente maillot no podía ser negro y yo misma acompañé a mi madre a la tienda de telas al peso para elegir mi nueva combinación de colores.
Con un patrón de papel color marrón, mi madre, “la Pili” y yo cortamos los colores elegidos. Rosa y blanco. Este maillot sería el de “nata y fresa”. Y así de dulce son mis recuerdos cada vez que miro mi primer maillot de dos colores.