Siempre he pensado que la etapa más sencilla o menos complicada para un entrenador es cuando su deportista no ha entrado aún en la adolescencia. Este es un periodo en el que el deportista ya no es una persona que obedece todo cuanto propone el entrenador, en el que no cumple con el sistema. Esto ocurre porque el deportista empieza a cuestionar. (Supongo que los padres percibís lo mismo que el entrenador en casa). Es esa etapa en la que el deportista toma conciencia de queya no tiene que hacer el trabajo por el entrenador sino por él mismo.
Este es el momento en el que entré en conflicto conmigo misma.
El entrenador trata de que no cambie nada pero el deportista ya no es el mismo. Darle autonomía en ese momento es importante, al igual que confiarle la responsabilidad del trabajo y hacerle sentir que lo hace por él mismo. Todo esto es necesario.
También este periodo trae otro momento difícil y es cuando el deportista siente que se decepciona a él mismo porque ya no puede seguir los patrones que antes le funcionaban porque, efectivamente, ya no le funcionan. Hacerle aceptar que ya nada es como antes y que esas contradicciones existen y deben existir es la ayuda que puede recibir el deportista por parte del entrenador.
¿Cuántas veces nos hemos sentido tristes y felices al mismo tiempo?
La adolescencia me trajo muchos cambios y nuevos pensamientos. Uno de ellos fue darme cuenta que no era imprescindible en mí deporte. Que mi lugar lo podía ocupar otra gimnasta.
Evidentemente la soledad que me rodeó durante esa etapa y lo que desde fuera, desde el público y amantes, podían percibir parecía augurarme un final agónico, pero mi adolescencia sacó la parte más expresiva y creativa, esa parte que jamás había conseguido sacar anteriormente.
Mi adolescencia se manifestaba a través de las yemas de mis dedos y de miradas con sentido en mis ejercicios. A través de la energía en mi trabajo y en la creación de nuevos movimientos.
Me sentía diferente y quería ser diferente.
Cuando un deportista esté atravesando ese periodo complicado llamado adolescencia pensemos en el exceso de control, eliminemos esa frase “la adolescencia pasa” como si de algo negativo se tratara, porque resulta que puede ser el momento de explosión de lo más especial que puede tener ese ser.
En nuestro deporte suele coincidir con el cambio de cuerpo, que le indica otra evidencia al deportista: ya no es el mismo.
Necesitaba escribir sobre esta etapa que yo misma atravesé y que no sentí que entendieran todos en mi entorno. Creo que reflexionar sobre ello, y sobre todo compartirlo a través de Olympia, puede ayudar al menos a sentir que alguien habla tu mismo idioma aunque no sepamos entenderlo. Esta nueva colección habla sobre esta reflexión.
“Feliz adolescencia” Olympias.
Ilustración María Emegé para “El mundo de Olympia”. Muy pronto.