Existe una gran diferencia entre ídolo y referente. Siempre dije que Oksana Kostina fue mi ídolo. Era una gimnasta que me ponía los pelos de punta. Había gimnasta más flexibles y quizás también con más técnica de aparato pero ella tenía un estilo y una presencia en el tapiz que hacia que la admirara. Me gustaba hasta como se vendaba sus tobillos y los pelos que le sobresalían de su moño.
En el año 1992 se celebró el campeonato del mundo en Bruselas. Era la primera vez que las gimnastas de los países de la antigua Unión Soviética competían defendiendo al país de origen y también, por primera vez, Oksana Kostina lo hacía como primera gimnasta de Rusia ya que hasta entonces estuvo a la sombra de las gimnastas ucranianas.
Recuerdo aquel viaje en coche. Desde Vitoria hasta Bruselas. También, al llegar, la decepción del “meon de Bruselas” nunca pensé que fuera tan pequeñito.
La buena relación de mis entrenadoras con Marina Fateva, entrenadora del conjunto ruso, me permitió bajar de las gradas y acceder a la sala de entrenamientos.
¡Qué nerviosa estaba! No paraba de repetirme ¿y si me cruzo con Kostina?
Pues bien, me la cruce. Después de mi bloqueo, de quedarme inmóvil salí corriendo tras ella al tiempo que trataba de sacar mi boli y mi libreta de la mochila. Corría tras mi ídolo.
Cuando la alcancé ella seguía caminando y yo seguía corriendo, con 11 años mis pasos eran ligeramente más pequeños que los suyos.
Me miró, sin detener su paso.
Le enseñe mi libreta al tiempo que le ofrecía mi bolígrafo.
Su semblante era serio y contrastaba con mis ganas y mi sueño.
Corría junto a ella en esa posición, boli y libreta en mano con brazos extendidos.
Le debí de dar lástima. Resoplo y frenó.
Sin mediar palabra abrió la libreta en la primera página donde yo tenía escrito “Kostina” , firmó su autógrafo y se marchó.
Tenía su autógrafo pero aquel momento tan esperado no fue como lo imaginé.
Al día siguiente quedó campeona del mundo.
Quizás en ese momento, tras su victoria, su actitud hacia mi hubiese sido otra, incluso me hubiese mirado. Pero nunca lo sabré. Lo que sí sé es que Kostina pasó de ser mi ídolo a mi referente. Los ídolos no tienen defectos, los referentes si, son humanos. La admiraré siempre pese a su fallos.
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