Son muchas las veces que nos caemos y nos volvemos a levantar. No es un dolor físico, duele la primera vez que nos caemos pero al igual que las agujetas el dolor disminuye con la repetición. Por eso seguimos y seguimos hasta que un día te ves obligado a parar. Esa sensación la hemos tenido todas las gimnastas alguna vez, cuando se nos atasca un lanzamiento, cuando repites un entero y fallas siempre el mismo elemento o cuando sientes que por mucho que demuestres tus capacidades siguen sin querer creer en ti. Ese es el momento. Cuando solo tú crees en ti, cuando estás sola ante esa sensación. Porque ni el apoyo ni las ganas de los que sí creen significan nada.
Noviembre del 2006: ese fue mi resurgir. Sin alfombras, sin regalos, sin política, sin favores, sin conservantes ni colorantes. “Eres como el Ave Fénix”, ya me lo dijo mi abuelo en el Rincón de los Engendros, ese lugar creado con toda clase de objetos reciclados. Porque así, reciclando lo que hemos vivido, lo que hemos sentido y lo que hemos sido, uno resurge de sus cenizas.
(Foto Alberto López Palacios. Este maillot fue con el que me retiré en los JJOO de Pekín, no podía estar mejor acompañada.)