Hace siete años que dejé de competir. Tiempo necesario para observar la gimnasia desde la distancia pero a escasos centímetros de la delgada línea roja del tapiz.
He podido pensar en lo que me ha dado el deporte y lo que este me ha quitado, en lo que me ayudó y aquello en lo que me perjudicó. Por eso, una responsabilidad enorme me inunda cada vez que escribo una línea en mis cuentos o calzo unas punteras y me muestro ante vosotros dentro del 13×13.
Desde hace años trato de llegar a vosotros a través de diferentes canales con mensajes que inviten a la reflexión. Algo que sin duda también pretendí en mi última actuación junto al gran mago Jorge Blass, durante la celebración del último Euskalgym.
Segundos previos a mi aparición os escuché, os sentí, os latí. Aún no había entrado al tapiz cuando ya habíais creado una preciosa pasarela para invitarme a disfrutar de vuestro calor. Gracias a ello volví a sentirme querida por todos vosotros y volví a recordar todo aquello que orbita alrededor de un practicable. Padres con sus hijas, entrenadoras con sus gimnastas, hoteles, viajes, decepciones, triunfos, llantos, amor, compañerismo, generosidad, miedo, ilusión… Es mucho. Mucho más de lo que a priori podemos llegar a imaginar. Somos nosotros, los que respetamos y amamos este deporte, los que podemos transformar todo cuanto ocurre en nuestra disciplina y hacer de la gimnasia una forma de vida sana y salubre.
Os confieso que me hubiese gustado poder disfrutar de la mirada de todos y cada uno de los allí presentes. Cuando la cuerda dejó de ser cuerda para convertirse en una comba kilométrica invitándonos a saltar todos juntos como lo hiciéramos en tiempos pretéritos en el patio de nuestro recreo. O ese momento donde los aros se entrelazaron simbolizando que unidos podemos ser más fuertes. También la pelota dejó de ser pelota para disfrazarse de metáfora y recordarnos que es imprescindible mantener intacta la capacidad de soñar a pesar de las adversidades. Siendo vital para ello entender que el binomio deportista entrenador debiera ser infracturable como lo es un ejercicio con dos mazas. Inconcebible imaginar al alto sin el bajo o al bueno sin el malo.
El Euskalgym celebró el fin de semana pasado su décimo cumpleaños. El buen hacer y el amor que Jose Luís Tejedor y su ejercito de voluntarios y trabajadores profesan a este deporte no pasa inadvertido para las principales figuras mundiales que año tras año han contribuido a posicionar este evento entre uno de los mas destacados en el mundo de la gimnasia. Es por ello que soplar las velas de este pastel no solo significa un honor para mi sino también una responsabilidad que en esta ocasión decidí llevar a cabo junto a Jorge Blass. Una persona que día a día me invita a creer que la magia es creer en imposibles que a veces se cumplen.
Cuántos giros,
cuántas dudas,
cuántos “¡ay!”.
Cuántas noches,
cuántos viajes,
cuánto aplauso,
cuánto llanto,
cuantos cuentos,
¡cuánto,
hasta descubrir, que el que tiene magia, no vive del truco!.
(Foto Alberto López Palacios)