Disfrutamos de los JJOO con sus gradas llenas de aficionados y amantes del deporte. Pero pocos son los privilegiados que pueden presenciar los entrenamientos días antes de la competición.
Ese es uno de los momentos que más me gustaba. Encontrarme conmigo misma, cara a cara con la sala vacía donde sabía que al día siguiente estaría cargada de alegría, sudor y lágrimas.
Mientras yo cogía buenas sensaciones Diego y Andrés, nuestro fisio y médico en Pekín, grababan mi ejercicio que años después me regalarían transportándome a aquellos 90 segundos de paz.